Cómo afecta el tráfico congestionado a la salud pública: riesgos, datos y soluciones en tu ciudad

Cómo afecta el tráfico congestionado a la salud pública: riesgos, datos y soluciones en tu ciudad jul, 3 2025

Alguna vez has pensado en todo lo que ocurre mientras esperas en un atasco? No solo es la pérdida de tiempo o la frustración que notas en tu cara reflejada en el retrovisor; hay todo un mundo de efectos invisibles que juega en tu salud, el ambiente que respiras y cómo vives la ciudad.

Impactos de la congestión de tráfico en la salud diaria

La congestión de tráfico no es solo una molestia: también es una amenaza real para nuestra salud. Cuando las calles se llenan y los coches apenas avanzan, el aire que respiramos se transforma en un cóctel de gases nada recomendables. Los motores al ralentí lanzan dióxido de nitrógeno (NO2), partículas finas (PM10 y PM2,5) y ozono troposférico justo donde pasamos más tiempo. Estos contaminantes penetran en los pulmones y afectan al corazón, subiendo el riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares. ¿Sabías que la Agencia Europea de Medio Ambiente calculó que la contaminación atmosférica urbana acorta la vida unas 2,5 años de media en personas que viven en grandes ciudades?

Además, hay un enemigo silencioso: el ruido. El tráfico es la mayor fuente de ruido ambiental según la OMS, y convivir con él no es ningún juego. El ruido de los motores, cláxones y frenazos afecta el sueño –más de lo que imaginas–, eleva la presión arterial y agrava el estrés. Por ejemplo, un estudio publicado en The Lancet mostró que vivir cerca de vías de tráfico intenso incrementa el riesgo de desarrollar hipertensión hasta un 7% más.

Miremos a Vigo como ejemplo: en los accesos al centro durante la hora punta, los niveles de NO2 superan casi todos los días el límite recomendado por la OMS. Y el ruido no baja de los 67 decibelios a pie de calle, cuando lo saludable serían menos de 55. Caminamos, conducimos o nos detenemos constantemente en entornos que nos restan salud sin darnos cuenta.

Problemas a corto y largo plazo: más allá del cabreo en el coche

No se trata solo del enfado por llegar tarde; el estrés asociado a los atascos tiene efectos más profundos. La gente que pasa más de 30 minutos diarios en un atasco reporta mayores síntomas de ansiedad y cambios de humor. No es casualidad: el cortisol se dispara al enfrentarse día tras día a una carretera colapsada, y esto afecta la memoria, el sistema inmune y la digestión. Las estadísticas en España son claras: en Madrid y Barcelona, más del 70% de los trabajadores reconocen haber visto alterado su humor por atascos. A largo plazo, esto se traduce en mayor ausentismo laboral y menor rendimiento.

Pero hay algo aún menos obvio: la exposición crónica a contaminantes puede reducir la capacidad cognitiva, facilitar alergias y aumentar el riesgo de ictus. Hay niños en colegios próximos a vías saturadas que muestran hasta un 12% menos de desarrollo pulmonar respecto a quienes viven más alejados del tráfico. Y si crees que los cristales del coche te salvan, olvídalo: en un coche, la concentración de partículas puede ser hasta el doble que en la acera.

Las cifras tampoco dejan lugar a dudas. Según el Instituto de Salud Carlos III, las ciudades con más congestión tienen un 15% más de ingresos hospitalarios por asma y bronquitis entre mayores y niños. El tiempo medio perdido en atascos en España ronda los 73 minutos semanales según TomTom Traffic Index. Y los efectos económicos tampoco son pequeños: la congestión genera pérdidas equivalentes al 1,3% del PIB, entre bajas laborales, gasto sanitario y horas improductivas.

Ejemplos reales y datos: la congestión en cifras

Ejemplos reales y datos: la congestión en cifras

Vamos al grano. En 2024, el ayuntamiento de Madrid reportó que los días de mayor tráfico los niveles de partículas PM2,5 alcanzan hasta 50 µg/m³, el doble del máximo recomendado. Si revisamos la Red Española de Ciudades Inteligentes, Barcelona superó en 46 de los 52 primeros días del año el umbral del NO2 en la zona de Plaza España.

En cuanto al ruido, la propia Dirección General de Tráfico señala que los picos de decibelios en zonas urbanas españolas pueden llegar a los 75 dB durante la hora punta. Y si hablamos de estrés: en la última encuesta DGT, el 53% de los conductores reconoció haber experimentado síntomas de ansiedad, taquicardias o sudores fríos directamente relacionados con retrasos por atascos.

Ciudad Minutos perdidos/anuales por persona NO2 µg/m³ Ruido medio (dB)
Madrid 119 49 68
Barcelona 102 44 67
Vigo 88 41 65

Estos datos hablan por sí solos. Nadie quiere perder casi dos horas a la semana en la carretera ni respirar aire cargado de químicos. Pero tampoco nos damos cuenta, al instalar la radio o subir la ventanilla, de lo mucho que sumamos al problema colectivo.

Consejos para reducir el impacto en la salud

Queda claro que evitar el tráfico por completo es un sueño. Pero sí podemos reducir su impacto en nuestra salud con algunos trucos sencillos. Aquí van algunas ideas:

  • Usa la app del tráfico en tiempo real para evitar atascos y planificar rutas antes de salir.
  • Camina o pedalea siempre que puedas: los trayectos cortos en bici o a pie no solo reducen exposición a emisiones, sino que disminuyen el estrés.
  • Opta por transporte público en horas punta. Los buses y trenes, aunque a veces llenos, generan menos contaminación por pasajero y te evitan el estrés directo del tráfico.
  • En el coche, usa el modo recirculación de aire para reducir la entrada de humos al habitáculo – sobre todo si estás rodeado de coches parados.
  • Si esperas mucho tiempo en atascos, procura no fumar ni comer dentro del coche y ventila bien después: las partículas se acumulan fácilmente.
  • Procura alejarte de avenidas grandes a la hora de elegir rutas a pie, aunque te suponga 5 minutos más. El aire es bastante más limpio lejos de los semáforos.
  • Cuando llegues a casa, cambia de ropa y lávate la cara y manos: los contaminantes se depositan en la piel y cabello casi sin que lo notes.

¿Sabías que pequeños gestos ayudan mucho? La Universidad de Granada calculó que quienes acostumbran a caminar por calles secundarias tienen menos crisis asmáticas, incluso dentro de la misma ciudad. Y los coches con sistemas de filtrado mejorados disminuyen en un 35% el aire contaminado dentro del habitáculo.

Qué podemos hacer como sociedad: mirar más allá del volante

Qué podemos hacer como sociedad: mirar más allá del volante

No vale con cruzar los dedos y esperar que los gobiernos lo arreglen todo. Hay ideas que podemos promover como vecinos, usuarios y ciudadanos para dar un giro real a estas cifras.

  • Participa en las consultas de ayuntamientos y exige mejoras: más carriles bici, zonas verdes o rutas peatonales.
  • Apoya proyectos de movilidad compartida: coches eléctricos, moto sharing o incluso grupos de coche compartido para trayectos similares. El 40% de los trayectos en ciudad podrían hacerse en transporte colectivo.
  • Promueve horarios laborales flexibles o teletrabajo. Cuando las salidas del trabajo no son en la misma franja, los atascos desaparecen casi por arte de magia.
  • En el colegio o la oficina, plantea días libres de coche: incentivos para quienes vayan andando, en bus o bici, y menos espacios de aparcamiento gratuito.
  • Mide a largo plazo: cada vez más ciudades publican datos en tiempo real sobre calidad del aire y ruido. Revisa las webs municipales y, si puedes, apoya iniciativas de ciencia ciudadana como sensores personales de polución.

Piensa que grandes ciudades empezaron a virar sus políticas cuando los propios ciudadanos presionaron por aire limpio y menos ruido. Oslo, por ejemplo, eliminó el tráfico de su centro y los ingresos hospitalarios por asma bajaron un 25% en tres años. París no se queda atrás: han sumado 170 km de carriles bici nuevos en solo tres años.

Así que la próxima vez que estés en un atasco por la Gran Vía, recuerda: cada elección suma, y cada minuto en el coche es también un voto sobre la ciudad donde quieres vivir. ¿Deberíamos esperar a que las autoridades hagan todo o podemos poner de nuestra parte desde ya?