Thalidomida y medicamentos teratogénicos: historia y lecciones clave para el embarazo

Thalidomida y medicamentos teratogénicos: historia y lecciones clave para el embarazo dic, 17 2025

En diciembre de 1956, en Alemania, nació el primer bebé con extremidades severamente atrofiadas. Nadie sabía por qué. Dos años después, miles de niños en todo el mundo nacían con brazos o piernas cortas, como si sus extremidades se hubieran desdibujado. El culpable no fue una epidemia, ni una maldición. Fue un medicamento que las mujeres tomaban para calmar las náuseas del embarazo: thalidomida.

Lo que se creía que era seguro

En los años 50, la thalidomida se vendía como un remedio milagroso. Era un sedante suave, sin efectos secundarios aparentes, y se promocionaba como perfecto para las mujeres embarazadas con náuseas matutinas. Se comercializó en más de 40 países bajo nombres como Contergan, Distaval o Gravol. Las farmacias la vendían sin receta en muchos lugares. No había estudios serios sobre su efecto en el feto. Nadie la probó en animales embarazados. Nadie preguntó si podía dañar a un bebé en desarrollo.

La creencia era que lo que era seguro para la madre, era seguro para el bebé. Pero el cuerpo humano no funciona así. El feto no es una versión pequeña de la madre. Tiene su propia biología, su propio reloj de desarrollo, y ciertas semanas son críticas. En la semana 4 a la 8 de embarazo -entre el día 34 y el 49 después del último periodo-, las células que forman las extremidades, los ojos, el corazón y los órganos internos están en plena construcción. La thalidomida, en ese preciso momento, interrumpió ese proceso.

El impacto real: más de 10.000 niños afectados

Cuando los médicos empezaron a notar el patrón, ya era demasiado tarde. Se estima que entre 10.000 y 20.000 bebés nacieron con defectos graves por causa de la thalidomida. Cerca del 40% murió en el primer año. Los supervivientes tenían lo que se llama phocomelia: brazos o piernas tan cortos que parecían aletas. Algunos nacieron sin brazos, otros sin piernas. Otros tenían ojos malformados, paladar hendido, problemas cardíacos, o incluso ausencia de órganos como el apéndice o la vesícula biliar.

Lo más aterrador era que no hacía falta tomar muchos comprimidos. Una sola dosis en el momento equivocado era suficiente. Y no había manera de saber cuándo era ese momento. Muchas mujeres no sabían que estaban embarazadas hasta después de la semana 4. Para entonces, el daño ya estaba hecho.

La mujer que lo detuvo en EE.UU.

Mientras Europa y otros países se llenaban de bebés afectados, Estados Unidos evitó la catástrofe. ¿Por qué? Porque una médica de la FDA, Frances Oldham Kelsey, se negó a aprobar la thalidomida. No porque fuera una opositora radical, sino porque los datos que la empresa farmacéutica le entregó eran insuficientes. Pidió más pruebas. Insistió en que no se podía asumir que lo seguro para la madre era seguro para el bebé. Su negativa fue vista como un obstáculo por la industria, pero salvó a miles de bebés estadounidenses.

Kelsey no era una heroína solitaria. Era una científica cuidadosa. Su actitud cambió la forma en que se aprueban los medicamentos. En 1962, el Congreso de EE.UU. aprobó las enmiendas Kefauver-Harris, que exigieron pruebas de eficacia y seguridad antes de que un fármaco pudiera venderse. Por primera vez, las empresas tenían que demostrar que un medicamento no solo funcionaba, sino que no causaba daños graves.

La doctora Kelsey en la FDA, rodeada de documentos, mirando con determinación una solicitud rechazada de talidomida.

La respuesta global: cambios que aún rigen hoy

El desastre de la thalidomida obligó a los gobiernos a actuar. En el Reino Unido, se creó el Comité de Seguridad de Medicamentos en 1963. En Alemania, se investigó a la empresa Grünenthal, que había ocultado advertencias tempranas sobre hormigueos y entumecimiento en las manos -síntomas de daño nervioso que ya se veían en adultos antes de que se notaran los defectos en los bebés.

Se descubrió que la empresa tenía datos desde 1960 sobre neuropatías, pero no los compartió. Tampoco hicieron pruebas en animales embarazadas. La industria farmacéutica se vio obligada a aceptar que no bastaba con probar un medicamento en adultos sanos. Había que probarlo en modelos de embarazo. Y había que hacerlo antes de que llegara al mercado.

Hoy, cualquier medicamento que pueda usarse en mujeres en edad fértil debe pasar por pruebas de teratogenicidad. Se exige un registro de riesgos, etiquetas claras, y en muchos casos, programas de control estricto. La thalidomida, por ejemplo, solo se puede recetar bajo el programa STEPS: las mujeres deben usar dos métodos anticonceptivos, hacer pruebas de embarazo mensuales y firmar documentos de consentimiento. No se vende en farmacias normales. Se entrega solo bajo supervisión médica.

La sorprendente resurrección de un fármaco demonizado

En 1964, un médico en Perú, Jacob Sheskin, probó la thalidomida en un paciente con lepra. El hombre tenía unas llagas dolorosas en la piel llamadas eritema nodoso leproso. Tras tomar una dosis, las lesiones desaparecieron en horas. Nadie entendía por qué. Pero el efecto era real.

Después de décadas de investigación, se descubrió que la thalidomida no solo era un sedante. Era un potente antiinflamatorio y, más importante aún, un inhibidor de la angiogénesis: bloquea la formación de nuevos vasos sanguíneos. Eso la hace útil contra el cáncer, que necesita nuevos vasos para crecer. En 1998, la FDA la aprobó para tratar el eritema nodoso leproso. En 2006, la aprobó para el mieloma múltiple, un cáncer de glóbulos blancos.

Los estudios mostraron que, en combinación con otros tratamientos, la thalidomida aumentaba la supervivencia libre de progresión de un 23% a un 42% en tres años. Pero el costo era alto: hasta el 60% de los pacientes dejaban de tomarla por daño nervioso permanente. Aun así, era mejor que morir.

Feto desintegrándose en moléculas de talidomida al lado de células cancerosas siendo atacadas por las mismas moléculas.

La clave molecular: cómo destruye un feto

En 2018, 60 años después del primer nacimiento afectado, los científicos descubrieron exactamente cómo la thalidomida daña al embrión. Se une a una proteína llamada cereblon. Esa proteína normalmente ayuda a regular el crecimiento de las extremidades. Pero cuando la thalidomida se pega a ella, la hace destruir dos factores de transcripción esenciales para formar brazos y piernas. El resultado: el desarrollo se detiene. No hay más. Es como si el código de construcción del bebé se borrara en una sección crítica.

Esa misma acción -destruir proteínas específicas- es la que hace que la thalidomida mate células cancerosas. El mismo mecanismo que destruye un feto, salva una vida adulta. No es un milagro. Es biología. Y nos enseña que los medicamentos no son buenos o malos. Son herramientas. Lo que importa es cómo y cuándo se usan.

Lecciones que aún no aprendimos

La historia de la thalidomida no es solo del pasado. Es un recordatorio constante. Hoy, miles de medicamentos se usan durante el embarazo sin pruebas suficientes. Algunos antidepresivos, anticonvulsivos, o incluso suplementos herbales, tienen riesgos potenciales que no se conocen bien. Las mujeres siguen tomando medicamentos sin saber si son seguros. Los médicos, a veces, no preguntan.

La lección más importante no es que la thalidomida fue un error. La lección es que la confianza ciega en la medicina puede ser mortal. Que la industria farmacéutica prioriza el beneficio sobre la seguridad. Que los reguladores pueden ser lentos. Que las mujeres embarazadas merecen más que promesas. Merecen pruebas. Merecen transparencia. Merecen que alguien diga: "No lo sabemos con certeza, así que mejor no lo tomes".

La thalidomida hoy se usa para salvar vidas. Pero cada comprimido que se entrega lleva una advertencia: "Puede causar defectos de nacimiento graves, incluso con una sola dosis". Y eso no es un miedo exagerado. Es una verdad científica. Y es la razón por la que, en los hospitales y universidades de todo el mundo, esta historia se enseña en la primera clase de farmacología. No para asustar. Para recordar.

¿Qué debes hacer si estás embarazada o planeas quedar embarazada?

  • No tomes ningún medicamento sin consultar a tu médico, incluso si es de venta libre o lo recomienda alguien.
  • Si estás tomando un medicamento y descubres que estás embarazada, no lo dejes de golpe. Habla con tu médico inmediatamente.
  • Conoce los nombres de los medicamentos que tomas. Busca si están en la lista de teratogénicos (hay bases de datos confiables como MotherToBaby).
  • Si tu médico te receta un medicamento con riesgo potencial, pide que te explique el beneficio real frente al riesgo. ¿Hay alternativas más seguras?
  • Si estás en edad fértil y tomas un medicamento con riesgo teratogénico, usa anticoncepción efectiva. No asumas que "no es posible" quedar embarazada.

¿La thalidomida aún se usa hoy en día?

Sí, pero solo bajo controles estrictos. Se usa para tratar el mieloma múltiple, el eritema nodoso leproso y algunas enfermedades autoinmunes. No se vende en farmacias normales. Solo se entrega bajo programas como STEPS, que exigen pruebas de embarazo mensuales, anticoncepción doble y firma de consentimiento informado. Su uso está limitado a centros especializados.

¿Qué otros medicamentos son teratogénicos?

Algunos ejemplos bien documentados incluyen la isotretinoína (para el acné), la warfarina (anticoagulante), ciertos antiepilépticos como el ácido valproico, y algunos medicamentos para el cáncer. Incluso algunos antibióticos como la tetraciclina pueden manchar los dientes del bebé si se toman durante el embarazo. Nunca asumas que un medicamento es seguro solo porque es común.

¿Por qué no se probaron estos medicamentos en mujeres embarazadas antes?

Porque durante mucho tiempo, la medicina consideró a las mujeres embarazadas como un grupo de riesgo que debía excluirse de los estudios. No se quería "poner en peligro" al feto, pero eso llevó a un vacío de datos. Las mujeres se trataban como si fueran hombres con vientre. Resultado: medicamentos aprobados sin saber su efecto real. Hoy se reconoce que incluir a mujeres embarazadas en estudios controlados es clave para la seguridad.

¿La thalidomida afecta solo a las extremidades?

No. Aunque las malformaciones de brazos y piernas son las más visibles, la thalidomida puede afectar casi cualquier órgano: ojos (ausencia de iris, cataratas), oídos (sordera), corazón (defectos de septo), riñones, intestinos (atresia), y hasta el sistema nervioso central. Un informe del gobierno británico de 1964 concluyó que "casi todos los tejidos y órganos del cuerpo podían verse afectados".

¿Puedo tomar un medicamento que antes usé antes de quedar embarazada?

No asumas que lo que era seguro antes sigue siéndolo. Tu cuerpo cambia durante el embarazo. Un medicamento que no te hizo daño antes puede afectar al feto. Si planeas quedar embarazada, revisa con tu médico todos los medicamentos que tomas -incluso suplementos, hierbas o remedios caseros-. Algunos pueden acumularse en el organismo o tener efectos retardados.

La historia de la thalidomida no terminó en los años 60. Se convirtió en un símbolo. Un recordatorio de que la medicina, por muy avanzada que parezca, sigue siendo humana. Y como todo lo humano, puede fallar. Pero también puede aprender. Y si aprendemos bien, nunca más un medicamento volverá a dañar a un bebé por falta de preguntas, de pruebas o de coraje.

1 Comentarios

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    Lucia Kuhl

    diciembre 18, 2025 AT 06:56
    Qué historia tan densa... y tan actual. Me pone los pelos de punta pensar que hoy en día aún hay medicamentos que se toman sin saber bien qué hacen en un feto. 🤔

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